Entre la herida y la esperanza
La noche había caído sobre la mansión Ferrer, tiñendo sus jardines y corredores con un silencio sereno, interrumpido solo por el susurro del viento entre los árboles. En la sala principal, una tenue lámpara de pie iluminaba a tres figuras que conversaban en voz baja.
Andrés, sentado al lado de Irma y con Sandra a su otro costado, relataba con seriedad los últimos descubrimientos sobre Margaret y su fuga del hospital psiquiátrico. Irma escuchaba atentamente, aún tratando de entender cómo esa mujer había logrado engañar incluso al sistema médico.
—Lo increíble es que nadie se diera cuenta —decía Andrés, frotándose la frente—. Usó una identidad falsa para manipular a una enfermera, y cuando finalmente la trasladaron al hospital, ya era demasiado tarde.
Sandra, recostada en el sillón con las manos sobre su vientre, apoyada.
—Margaret siempre supo cómo manipular a todos… pero nunca pensé que llegaría tan lejos.
—Ni yo —susurró Irma, con una sombra de tristeza