Fuego en la mesa

Adrien se quedó sentado, con el vaso de whisky en la mano y los ojos clavados en Marianne, ella seguía parada frente a él, con los brazos cruzados y esa chispa de furia en la mirada que lo tenía atrapado, había dicho que la trajeron a la fuerza, y eso le revolvía algo por dentro, Vincent estaba cerca de la barra, con esa sonrisa torcida que le daban ganas de borrarle de un puñetazo.

¿Te trajeron a la fuerza, eh?dijo Adrien, dando otro sorbo al whisky, la voz le salió baja, fue casi un gruñido, por dentro, sentía un calor subiéndole por el pecho.

Sí, no estoy aquí porque quiera— respondió de manera seca.

Adrien la miró fijamente, y por un segundo pensó en sacarla de ese lugar podrido, pero su ego lo frenó, era Adrien Morel, el empresario que no se doblegaba, y Le Loup Noir, el jefe que no mostraba debilidad, no podía parecer blando delante de sus socios, no ahora, y menos por una mujer que acababa de conocer en un lugar como ese.

Sube a la mesa, baila para nosotros— ordenó señalando la mesa.

¿Qué?Marianne lo miró como si le hubiera dado una bofetada, por un instante, había creído que él era diferente, que esa mirada intensa significaba algo más, que tal vez la ayudaría a escapar, pero ahora lo veía claro: era igual que los otros cerdos del club.

No lo voy a repetirdijo Adrien, en tono frío, pero por dentro, el deseo lo estaba comiendo vivo,  quería sentirla cerca, aunque fuera así.

Marianne apretó los dientes, los ojos le brillaban de furia, quería gritarle, pegarle, decirle que se fuera al diablo, pero eso solo la perjudicaría, con el cuerpo temblando, se subió a la mesa, los socios de Adrien, el calvo y otro tipo de gafas, se enderezaron en sus sillas, mirándola como buitres.

La música seguía sonando, era un ritmo lento y pesado, Marianne cerró los ojos y empezó a moverse, pero no lo hizo suave como las otras chicas, está vez bailó con rabia, con fuerza, como si quisiera romper algo, sus caderas se mecían duro, cada paso era un golpe contra el mundo que la tenía atrapada.

Adrien no podía apartar los ojos, la veía y sentía el calor subiéndole por las piernas, directo a la entrepierna. “Maldita sea, cómo se mueve, pensó, tragando saliva.” 

Quería arrancarle ese vestido negro, tirarla sobre la mesa y tomarla ahí mismo, delante de todos, sus curvas bajo las lentejuelas lo volvían loco, y cada giro de su cuerpo le apretaba algo en el pecho, pero también había rabia, los otros la estaban mirando, esos idiotas con sus risitas y sus ojos sucios, y eso lo ponía enfermo, quería matarlos por verla así, por imaginar lo que él imaginaba.

Bonito espectáculo, esta sí que sabe cómo calentar la noche— dijo el calvo, soltando una estridente carcajada.

Cállate— gruñó Adrien, sin mirarlo, sus dedos apretaron el vaso tan fuerte que casi lo rompe. Es mía, pensó, nadie más la toca, nadie más la mira.”

Marianne seguía bailando, sentía las miradas clavadas en ella, pero no paró, si iba a estar ahí, quería que la vieran fuerte, no rota, pero por dentro estaba furiosa, destrozada, ese hombre, Adrien, la había mirado como si fuera especial, y ahora la tenía bailando como un animal en exhibición.

De repente, el teléfono de Adrien vibró en su bolsillo, lo sacó rápido y vio el nombre en la pantalla: Donson, contestó con un gruñido.

¿Qué pasa?— preguntó de mala gana.

Los Volkov otra vez, atrapamos a dos de sus hombres intentando quemar nuestro almacén en el puerto, los tenemos vivos, pero no por mucho, necesitamos al Lobo— dijo Donson en tono tenso.

Adrien miró a Marianne un segundo más, viendo cómo terminaba el baile con un giro brusco.

Ya voydijo, y colgó, se levantó de la silla, con el cuerpo tensonos vamos— le dijo a sus socios, que lo miraron confundidos.

¿Qué? ¿Y el show?protestó el calvo.

Terminócortó Adrien, lanzándole una mirada que lo calló de golpe, luego miró a Marianne, que bajaba de la mesa con la respiración agitada, quería decirle algo, llevársela de ahí, pero el deber lo llamaba, dio media vuelta y salió del club, con el corazón latiendo fuertemente como adolescente.

Afuera, Donson lo esperaba en el Bentley, con el motor encendido. 

Sube rápido, esto se va a poner feoAdrien se despidió de sus socios, enviandolos a sus casas en otro auto.

El almacén era un lugar oscuro en los muelles, los dos Volkov estaban atados a sillas en el medio, con la cara llena de sangre y los brazos torcidos, uno era bajo, tenía el pelo rubio pegado por el sudor, y el otro era más grande, con un tatuaje de un oso en el cuello, los hombres de Adrien los rodeaban, algunos con navajas, otros con pistolas.

Adrien entró con la máscara de Le Loup Noir puesta, los Volkov lo vieron y se tensaron, pero no dijeron nada, sabían quién era.

¿Quién los mandó?preguntó Adrien, parado frente a ellos, su voz sonaba más grave con la máscara, era un eco que ponía los nervios de punta.

El rubio escupió sangre al suelo. 

Vete a la m****adijo, con un marcado acento ruso.

Adrien no respondió, se acercó al grande, el del tatuaje, y le clavó una navaja en el muslo, despacio, el hombre gritó, retorciéndose contra las cuerdas, la sangre empezó a gotear.

Te lo pregunto otra vez,¿Quién los mandó?— dijo Adrien.

Nadie, solo queríamos joderte— gruñó el grande, jadeando.

Mal plandijo Adrien, sacó la navaja y la limpió en la camisa del tipo, luego miró a Donson. Tráeme el balde.

Donson asintió y volvió con un balde de metal lleno de agua salada, Adrien lo tomó y lo volcó entero sobre la herida del grande, el grito que soltó fue desgarrador, y el rubio empezó a temblar en su silla.

¡Habla, hijo de puta!gritó uno de los hombres de Adrien, dándole un puñetazo al rubio en la cara.

¡Fue Ivan! Ivan Volkov, dijo que eras débil, que podíamos tomar el puerto— chilló el rubio, con la nariz rota.

Adrien se quedó quieto, Ivan Volkov, el hermano del jefe ruso que había jurado matarlo hace dos años.

Graciasdijo, y le metió un tiro en la frente al rubio, el cuerpo cayó con los ojos abiertos.

El grande lo miró, pálido, ya no parecía tan valiente como hacía un momento.

¡Por favor, no! ¡Te diré todo!

No necesito más— dijo Adrien, le disparó en el pecho, dos veces, y el hombre se desplomó, enseguida se giró hacia Donson— quemen los cuerpos y limpien esto, los Volkov van a pagar caro.

Donson asintió. 

Ya estás metido hasta el cuello, jefe.

Que así seadijo Adrien, guardándose el arma, pero mientras salía del almacén, su mente seguía en Marianne, en cómo se movía en esa mesa, en cómo quería tenerla para él solo.

En el club, Marianne estaba agotada, bajó de la tarima con las piernas temblando y el cuerpo empapado en sudor, Vincent se acercó, con el puro en la boca.

Buen trabajo, ahora vete a dormir, tu cuarto está al fondo, segunda puerta a la derecha— dijo, revisandola con la mirada de arriba abajo.

¿Cuarto?preguntó ella, con la voz ronca.

Dormirás aquí ahora, no te quiero corriendo por ahí, eres mía hasta que pagues la deudadijo Vincent.

Marianne no respondió, estaba demasiado cansada para pelear, se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el fondo del bar, cuando una voz chillona la hizo parar en seco.

¡Vaya, mira quién está aquí!dijo Celine, su hermanastra, entrando por la puerta lateral, llevaba un vestido rojo corto y tacones altos, y se lanzó a los brazos de Vincent, besándolo con fuerza. Él le respondió el beso, agarrándola por la cintura como si fuera un trofeo.

Marianne se quedó helada.

¿Celine? ¿Qué haces aquí?

Celine se apartó de Vincent y la miró con una sonrisa venenosa. 

Solo paseaba por aquí, hermanita, veo lo bajo que has caído.

No es por gusto— dijo Marianne, apretando los puños.

Claro, claro, siempre la víctima, ¿verdad? Vincent, déjame divertirme con ella, quiero verla sufrir un poco más— dijo Celine acercándose.

Vincent soltó una carcajada. 

Mañana, mi amor, hoy déjala descansar, necesito que esté fresca para los clientes.

Celine hizo un puchero, pero asintió. 

Está bien, nos vemos mañana, basurale dijo a Marianne, y se fue con Vincent, riéndose.

Marianne se dio cuenta de que Celine tenía algo con Vincent,  siguió caminando hasta el cuarto,  el lugar estaba sucio, tenía una cama vieja, la lámpara estaba rota y había un montón de cajas apiladas en un rincón, no había ropa decente, ni una manta limpia, nada, se sentó en el borde de la cama y se tapó la cara con las manos, empezó a llorar en silencio hasta que la venció el sueño.

Una hora después, unos golpes fuertes en la puerta la despertaron, era Vincent, parecía muy molesto.

Levántate y saldijo, con la voz cortante.

¿Qué pasa?preguntó Marianne, levantándose rápido, el corazón le latía fuerte otra vez.

Adrien Morel pagó tu deuda, ahora le perteneces a éldijo Vincent, mirándola con desprecio. 

¿Qué?Marianne sintió que el suelo se movía debajo de sus pies.

Vincent no respondió, la agarró del brazo y la arrastró hasta la salida del club, donde un coche negro la estaba esperando.

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