Todos los capítulos de Yo soy el jefe: El imperio del lobo negro: Capítulo 1 - Capítulo 5
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El lobo despierta
Adrien Morel bajó del barco en el puerto de Marsella, se sentía profundamente cansado debido al largo viaje, tenía 27 años, llevaba cuatro años en Albania, entrenando bajo las órdenes de Donson, un tipo duro que lo había moldeado a golpes para que un día tomará el lugar de su padre, Francesco, el gran jefe supremo de la mafia francesa. Fueron cuatro años de peleas clandestinas, de aprender a disparar con los ojos vendados, de dormir en el suelo frío, todo para volver como todo un hombre, como decía Francesco.Pero ahora estaba en casa, y lo único que quería era ver a Alizze, la mujer que amaba, ella era su refugio, una chica de ojos grandes y risa inolvidable que lo estaba esperando para casarse.Llevaba meses sin hablarle, porque Donson no permitía teléfonos, pero en su bolsillo tenía la llave de su departamento, un lugar cerca del centro, quería sorprenderla, meterse en su cama y olvidar el infierno de Albania por una noche.Subió las escaleras del edificio, no pensaba perder tiemp
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La máscara se cierra
Al día siguiente, Adrien se encontraba de nuevo en el cementerio, Donson le había aconsejado asistir al sepelio de Alizze, después de todo se suponía que era la mujer que él amaba.Mantenía la mirada fija sobre el féretro que ya bajaba a la tierra, no sentía tristeza, solo un nudo en el estómago que subía y bajaba como bilis.Cambiaron la escena del departamento para que pareciera que un loco había irrumpido ahí, la historia oficial era que Francesco había ido a visitar a Alizze para entregarle una carta de Adrien, y que el chivo expiatorio los había matado a los dos, una mentira bien armada por Donson y su equipo.La madre de Alizze era una mujer extremadamente delgada, tenía el pelo teñido de rubio, y los ojos hinchados por el llanto, se acercó a él casi arrastrando los pies. —Adrien, mi niña te amaba tanto, siempre hablaba de ti, de lo feliz que estaba de tenerte— dijo, con la voz quebrada, sin que él lo esperara, lo abrazó fuertemente.Adrien se quedó inmóvil, al contacto con la
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El precio de la deuda
Dos años despuésEra octubre, y en el puerto de Marsella, hacía un intenso frío, una hermosa chica caminaba de prisa por las calles empedradas, su departamento estaba cerca, era un pequeño lugar encima de una panadería al que recientemente se había mudado después de la muerte de su padre, y de que su egoísta madrastra acabara con toda la fortuna.Al llegar a la esquina notó que un lujoso automóvil negro estaba estacionado a un lado de la acera, aceleró el paso, dos hombres salieron de golpe, el más alto era un hombre alto y flaco, tenía una cicatriz que atravesaba su mejilla, se le quedó viendo de una manera que a Marianne le provocó escalofríos..El otro hombre era de baja estatura, tenía una desaliñada barba oscura, se paró delante de ella, bloqueando el paso.—¿Eres Marianne Belcourt?— preguntó el hombre flaco, su voz era rasposa.Marianne retrocedió un poco instintivamente, su corazón saltó dentro de su pecho.—Sí, soy yo, ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?—Tu madrastra nos ha e
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Fuego en la mesa
Adrien se quedó sentado, con el vaso de whisky en la mano y los ojos clavados en Marianne, ella seguía parada frente a él, con los brazos cruzados y esa chispa de furia en la mirada que lo tenía atrapado, había dicho que la trajeron a la fuerza, y eso le revolvía algo por dentro, Vincent estaba cerca de la barra, con esa sonrisa torcida que le daban ganas de borrarle de un puñetazo.—¿Te trajeron a la fuerza, eh?— dijo Adrien, dando otro sorbo al whisky, la voz le salió baja, fue casi un gruñido, por dentro, sentía un calor subiéndole por el pecho.—Sí, no estoy aquí porque quiera— respondió de manera seca.Adrien la miró fijamente, y por un segundo pensó en sacarla de ese lugar podrido, pero su ego lo frenó, era Adrien Morel, el empresario que no se doblegaba, y Le Loup Noir, el jefe que no mostraba debilidad, no podía parecer blando delante de sus socios, no ahora, y menos por una mujer que acababa de conocer en un lugar como ese.—Sube a la mesa, baila para nosotros— ordenó señalan
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En la jaula del CEO
Marianne no podía aceptar que la hubieran vendido dos veces en tan poco tiempo. ¡Vendida como si fuera un mueble viejo! Su cabeza hervía de rabia, pero no había tiempo para pensar.Sin dudarlo, se soltó de un tirón del agarre de Vincent, le clavó el codo en el estómago y echó a correr hacia un callejón lateral.—¡Atrápenla! —gritó Vincent, sabía que Adrien no le perdonaría perder a la chica.Dos tipos de traje negro, que esperaban en el auto, reaccionaron al instante. Marianne cruzó el callejón a toda velocidad, con el corazón latiendo en la garganta. Se metió por un pasaje estrecho entre dos edificios, corría como si su vida dependiera de ello. Porque así era.No sabía a dónde iba, sólo sabía que no podía dejar que la metieran en ese coche. No quería ser de nadie.Pero no llegó lejos.Uno de los hombres la alcanzó en una escalera de emergencia, la agarró por el tobillo, haciéndola tropezar. Marianne se giró y le dio una patada en la cara con todas sus fuerzas. El tipo gruñó, soltándo
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