Adrien se quedó sentado, con el vaso de whisky en la mano y los ojos clavados en Marianne, ella seguía parada frente a él, con los brazos cruzados y esa chispa de furia en la mirada que lo tenía atrapado, había dicho que la trajeron a la fuerza, y eso le revolvía algo por dentro, Vincent estaba cerca de la barra, con esa sonrisa torcida que le daban ganas de borrarle de un puñetazo.—¿Te trajeron a la fuerza, eh?— dijo Adrien, dando otro sorbo al whisky, la voz le salió baja, fue casi un gruñido, por dentro, sentía un calor subiéndole por el pecho.—Sí, no estoy aquí porque quiera— respondió de manera seca.Adrien la miró fijamente, y por un segundo pensó en sacarla de ese lugar podrido, pero su ego lo frenó, era Adrien Morel, el empresario que no se doblegaba, y Le Loup Noir, el jefe que no mostraba debilidad, no podía parecer blando delante de sus socios, no ahora, y menos por una mujer que acababa de conocer en un lugar como ese.—Sube a la mesa, baila para nosotros— ordenó señalan
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