Marianne despertó sobresaltada, al moverse sintió un fuerte ardor entre sus piernas, un cruel recordatorio de lo que había pasado, recorrió la habitación con la mirada, estaba sola, él se había marchado, pero aún podía sentir su olor entre las sábanas.
Se sentó, su cuerpo protestó ante el movimiento, los muslos le dolían, tenía los labios hinchados, sensibles, y sus muñecas tenían marcas rojas, el cuello le dolía, se pasó los dedos tratando de aliviar un poco la molestia.
Se levantó para dirigirse al baño, prácticamente arrastró los pies, no tenía ánimo, evitó verse al espejo, sabía que no le gustaría la imagen que vería, abrió la regadera y puso el agua caliente, frotó con fuerza su cuerpo, con rabia, como si así pudiera arrancar las marcas que él habíaa dejado en su cuerpo.
Se sentía confundida, porque aunque tratara de negarlo, algo en ella había respondido ante ese hombre, había sentido algo más que dolor, se odiaba por haber sentido deseo, y por haber cedido tan fácilmente a sus