La tenía ahí, debajo de mí, desnuda, temblando, su cara estaba empapada de sudor, con los labios entreabiertos, jadeando, su corazón latía a mil, podía sentirlo. Pero no me empujaba, no gritaba, no me decía que parara. Solo me miraba con esos ojos grises, llenos de rabia. Esa mirada me volvía loco, me hacía querer romperla, tomarla, hacerla mía hasta que no quedara nada más. Pero, mierda, también quería protegerla, y eso me jodía más que nada.
Era la primera vez que la tocaba así, sin nada entre nosotros, sin ropa, sin barreras, solo su piel caliente contra la mía, quemándome. Mi cuerpo gritaba por tomarla, por hacerla mía de una vez, pero había una parte de mí, una que odiaba, que solo quería mirarla.
Quería grabarme todo: cómo temblaban sus labios, cómo su respiración se cortaba, cómo sus dedos se retorcían en las sábanas, aferrándose, quería que supiera que era mía.
Mis manos bajaron por su vientre, despacio, sintiendo cada curva, ella tembló, y cuando llegué más abajo, a su sexo,