Sus manos me tocan, sus respiraciones se mezclan con la mía… pero mi mente está en otro lugar.
—¿Otra vez, Chloe? —la voz de Mark me arrastra de golpe a la superficie. No suena enojado… suena dolido, como si volviera a reconocer que me evado y eso lo lastimara.
—Vamos, dinos qué podemos hacer para que lo disfrutes —insiste Mark, con la misma insistencia empalagosa. No me provoca ternura. Nunca me la provocó. Siento fastidio, una náusea fina que aprendo a tragar cada noche como si fuera agua sucia.
Trago, y la mentira ya está lista en la punta de mi lengua.
—Lo estoy disfrutando —susurro, y la mentira se pega a mi voz como un barniz. Ni siquiera ellos merecen otra cosa que la apariencia de una cosa que yo no siento.
—Mark, ya sabes cómo es. Déjalo ya —dice Evan, con ese tono seco que evita preguntas incómodas y demandas profundas. Su voz se mueve entre nosotros como si fuera la ley que siempre repiten.
Y Vadim… Vadim como siempre solo nos observa. No participa sabe que los odio. Sabe q