Casi todas las malditas noches tenía pesadillas. Las odiaba. Odiaba cómo, incluso dormida, mi mente me encadenaba a ese infierno.No tenía idea de cómo iba a justificar esto ante los hombres con los que se suponía que debía vincularme. Me sentía rota, incompleta, atrapada en un cuerpo que recordaba demasiado.Quería llorar, gritar, pero como siempre, en mis sueños estaba atada, boca arriba, piernas abiertas, incapaz de moverme, esperando a que volvieran por mí.Esperando a que el terror comenzara de nuevo.Una prisión hecha de recuerdos. Una herida que nunca se cerró.Pero entonces, algo cambió. Algo imposible.Mientras lloraba, una voz surgió del vacío. Era dulce, suave, diferente.No me mandaba. No me hacía daño. Susurraba.—“Está bien, sol; estás a salvo” —murmuró, con una suavidad hipnótica.Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente. Me relajé, aferrándome a esas palabras como a un salvavidas en medio de la tormenta.No sabía si era real o parte de mi locura, pero quería creerlo.Qui
Leer más