Cuando llegamos al departamento, noto enseguida que no estamos solos.
—¿No se supone que debían salir hasta más tarde? —pregunto al entrar.
Pavel, Alexei, Leon y Sergei ya están dentro, esperándonos. Han salido temprano. Por ella, claro. Todo lo hacemos por ella.
Natalia entra como un rayo de sol, saludando a por uno con besos suaves en la boca. No hay timidez en sus gestos. Solo cariño.
—¿Y yo? —le digo, levantando una ceja cuando termina con Sergei. — Porque me brincaste si voy antes que Leon.
—Tramposo —responde con una sonrisa y me besa con el mismo cariño con el que me beso varias veces en el auto.
El calor de sus labios me quema, y esa pequeña muestra de amor me arrastra de nuevo al centro de esta locura dulce que compartimos con ella.
Al separarse de mi va directo a la cocina. Se pone a cocinar como si no hubiera cinco hombres observándola con una mezcla de adoración y deseo. Juguetea con los gemelos mientras revuelve la olla, riendo cuando Leon le roba una zanahoria.
El depart