No hay relojes en la clinica de la sección de mujeres, pero aprendí a leer el paso del tiempo por el parpadeo de las luces. Una, dos, tres veces… luego se apagan del todo. Eso significa que es medianoche. Mi turno lleva cinco horas corriendo y solo me faltan tres más. Tres horas antes de que Roman venga por mí.
Es extraño cómo algo tan rutinario puede significar tanto. Esta vida… este lugar. La clínica. El uniforme. Las rondas, todo esto existe gracias a que Pavel, Alexei, Roman, Leon y Sergei finalmente cumplieron su promesa de dejarme trabajar.
Con sus conexiones invisibles, me consiguieron este trabajo. Después de lo que hice… después de intentar silenciar para siempre las voces que habitaban en mi interior. Pensé que si me cortaba la garganta no volvería a sufrir. Que, si dejaba de respirar, dejaría de sentir el ardor de sus manos, las risas de aquellos hombres que me vendieron como si fuera una cabra con pedigrí. Pensé que podría acabar con el dolor si simplemente... desaparecía.