Lo confirmamos en cuestión de horas. Aunque vivíamos en distintos estados por nuestro oficio, acceder al sistema de vigilancia en Texas fue pan comido. Lo que hallamos lo dejaba claro: la explosión había sido provocada. No había sospechosos y, por mi experiencia, al ser un clan en el peldaño más bajo dentro de la élite, la investigación jamás prosperaría. El caso terminaría archivado en unos meses. Para cualquiera… menos para nosotros.
—Regresemos a casa, Sergei. Aquí no hay nada más que hacer.
—La diversión terminó antes de empezar —replicó molesto mientras encendía un cigarro con su habilidad para manipular el fuego.
No pude evitar reír. A veces era difícil dejar de verlo como un niño al que debía cuidar.
—¿De qué hablas? Por favor… la diversión apenas comienza. Son las diez, apuesto a que llegaremos a casa antes de que Natalia se levante a preparar el desayuno.
Sergei rio despreocupado y yo encendí mi propio cigarro.
—Vámonos. Pero pasemos por algo de comer para los demás. Prefiero