Nuestra sinfonía de medianoche.
Así me gusta llamar al instante en que los cinco compartimos a Natalia. No como si fuera un objeto, sino como el centro sagrado de nuestro vínculo. Uno a uno, con la sincronía que solo hermanos de sangre y de alma pueden lograr, nos fundimos con ella. Tomamos su luz y la dejamos arder dentro de nuestras sombras. Pero esta noche… algo es distinto.
Sergei y yo tuvimos que salir de la ciudad. No por trabajo, como acordamos que le haríamos creer, sino para descubrir la verdad sobre su contrato de primacía.
Era demasiado extraño que aquel clan no la hubiera vinculado apenas concluyó el año de “prueba”. ¿Acaso no habían visto lo que nosotros vimos en ella? ¿No reconocieron su luz?
Su dulzura era algo sin palabras y sumado a su habilidad sobrehumana de proyectar luz sobre las sombras era algo que ningún hombre podría pasar por alto, mucho menos en la intimidad. Entonces… ¿por qué la dejaron ir?
—Si descubrimos que no la lastimaron físicamente, que simplemente