Desde el comedor, la observé pasar las páginas de un libro. Le encantaba leer. La luz acariciaba su cabello cobrizo, arrancándole destellos de fuego, pero detrás de esa imagen serena yo sabía que se escondía algo más profundo.
Natalia se había tomado muy en serio las palabras de Pavel sobre darse unos días. Al principio aquello nos irritó a todos; lo que pensamos que sería apenas uno o dos días se convirtió en dos semanas. Lo sentimos como un rechazo, pero pronto entendimos la verdad: no buscaba alejarnos ni negarnos el calor de su cuerpo, sino conocernos mejor… sin que la intimidad física estuviera de por medio.
Ahora lo comprendíamos. Ese gesto revelaba que realmente estaba interesada en nosotros, en descubrir quiénes éramos más allá del deseo. A su manera, quería conocer nuestras mentes y no solo nuestros cuerpos.
Nosotros, casi sin darnos cuenta, comenzamos a hacer lo mismo con ella. Yo lo advertí en los detalles: la forma en que se muerde el labio inferior cuando se concentra; la