El calor de su cuerpo aún me envolvía cuando Roman se apartó bruscamente, jadeando como si le faltara el aire. Su mirada, oscura y llena de tormento, buscó la mía como si intentara descifrar lo que pasaba por mi cabeza, aunque ni siquiera yo lo sabía con certeza. Solo sentía que, si volvía a entregar mi cuerpo, corría el riesgo de ser usada una vez más solo para saciar sus pasiones.
Yo quería más que eso. Quería que lo nuestro trascendiera la carne. Y, aun así, no podía negar que también deseaba volver a estar con él y no solo con el sino con los cinco. Porque las cosas que hicimos en nuestra ceremonia de consumación me habían revelado lo que era el placer en la intimidad.
Así que, sin pensar, lo atraje hacia mí y lo besé. Roman se resistió al principio, su cuerpo rígido bajo mis manos, pero no me detuve. Lo volví a besar, más profundo, más desesperado. Lo sentí vacilar, atrapado entre la necesidad y la razón. Pero en ese instante su razón no tenía lugar. No cuando yo también lo desea