Entramos al penthouse en silencio, pero el aire cargado de energía delataba que esta no era una llegada cualquiera. Natalia estaba aquí. Oficialmente. El hecho alegraba mi corazón. Durante semanas, nos obsesionó, ella era la primera que nos había desafiado y ahora cruzaba la puerta de nuestro hogar como la mujer de nuestro clan.
Natalia avanzó con cautela, su mirada recorriendo cada rincón. Había desconfianza en sus ojos, pero también curiosidad. Me pregunté si notaba cómo su respiración se volvía más profunda al fijarse en los detalles del lugar.
Pavel dio algunas instrucciones antes de encargarnos a Sergei y a mí de mostrarle el resto del penthouse. Me apoyé en el respaldo de un sillón, observándola. Era tan pequeña físicamente en comparación con nosotros que costaba creer que fuera cinco años mayor que Sergei y yo. Pero su fragilidad era solo apariencia. Había algo en ella que despertaba mis instintos más primarios de protección.
—Vamos —dije con una sonrisa ladeada—. Te mostraremo