Capítulo 8. Smash a la Derrota.
La velocidad era un intento desesperado de exorcismo. Cada kilómetro devorado por el asfalto no hacía más que alimentar el vacío punzante de su vida como atleta.
Ramiro condujo sin rumbo. Recorrió avenidas, se metió en carreteras secundarias, la velocidad del auto era el único paliativo para el vértigo de su frustración. Necesitaba quemar la adrenalina, pero sobre todo, necesitaba castigarse por el placer que había sentido y por la esperanza que esa mujer acababa de encender y apagar al mismo tiempo. Después de un tiempo que no supo calcular, la necesidad de un ritual familiar lo atrajo. La única verdad constante en su vida: el tenis.
Ramiro giró hacia el norte, hacia El Royal Tennis Park (RTP) , el lugar donde había aprendido a golpear una pelota por primera vez.
Aparcó el auto frente a la cancha número tres. El sol de la tarde se filtraba por las palmeras, y el lugar estaba casi desierto. Ramiro no buscaba una pareja de dobles ni la red. Se dirigió al fondo de la pista, donde se al