Capítulo 9. El depredador
Alessia
Y entonces la puerta se abre sin permiso. El aire se vuelve denso, pesado, como si la luz se apagara aunque la lámpara siga encendida. No necesito verlo para saber quién es.
Dante Morello. Su sombra llena la habitación. Lucía retrocede instintivamente, como quien siente al depredador antes de verlo por completo. Yo me obligo a quedarme firme, aunque por dentro soy un huracán.
—Señorita Montenegro —su voz es calma, cortante, como el filo de un cuchillo sobre el cristal.
No lo saludo. No me muevo. Solo lo observo, con la respiración contenida. La tormenta que estaba afuera acaba de entrar. Él me mira en silencio, con esa seguridad que aplasta. Este hombre no conquista. Este hombre posee. Yo no dejo que nadie me posea.
Dante
La puerta cede bajo mi mano sin esfuerzo. Nunca pido permiso. El aire cambia al instante; puedo oler el miedo en la asistente, sentirlo en el modo en que retrocede como si yo trajera fuego en las manos. Pero Alessia no. Alessia se aferra a la mesa como si fue