Capítulo 7. La Reina Negra
Tres noches después la veo en persona. El lugar es un club privado en la costa amalfitana, cerrado al público por la noche. El salón está iluminado por lámparas bajas, con música de jazz flotando en el aire como humo.
Valeria entra como si el mundo le perteneciera. Vestido negro ceñido, escote afilado como una declaración de guerra. Camina con la seguridad de quien sabe que cada mirada le pertenece. Sus ojos se clavan en mí como cuchillos.
—Salvatore —dice con esa sonrisa cortante—. Qué gusto verte fuera de un funeral.
—El placer es relativo —respondo, señalando la silla frente a mí.
Se sienta con elegancia estudiada, sin dejar de mirarme.
—¿Cuál es tu objetivo real?
—Morello. Y la mujer que va a atar a su nombre.
—La heredera Montenegro.
—Exacto.
Valeria sonríe como una pantera oliendo sangre.
—He visto fotos. Tiene algo, pero no lo suficiente para sobrevivir en nuestro mundo.
—Eso lo decidirá el tiempo. Yo digo que podemos usarla.
—Quiero una parte del botín.
—La tendrás. Pero no to