Capítulo 68. Los padrinos

Salvatore

La casa segura respira más honda cuando la palabra boda pesa en el aire. No es solo ceremonia: es símbolo. Dante lo sabe. Alessia lo sabe. Yo lo supe el día que sostuve a un Morello herido y me pidió que le cuidara el apellido como si fuera un niño que dormía.

Hoy me llamaron para hablar de padrinos. Entro sin ruido. Valeria ya está sentada, los dedos sobre una carpeta que late como un animal vivo. Enzo es una pared, como siempre. Raffaele, bisagra. Dante y Alessia comparten un borde de mesa. Me quedo a un costado, como una sombra. Mi oficio.

—Quince días —dice Valeria, recordando el filo del reloj.

—Doce —corrige Dante, con la cuenta propia. No mira el papel; mira a Alessia. Ahí está la plaza que defendemos—. Padrinos —anuncia él, y me mira a mí, primero.

No sonrío. Nunca supe. Le sostengo la mirada, la misma de cuando era un crío con los nudillos abiertos.

—Acepto —digo—. No por traje. Por carga.

Alessia asiente con esa firmeza que ordena sin levantar la voz.

—Quiero que e
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