Capítulo 52. La Reina desafiante
Alessia
El mapa de la ciudad está desplegado sobre la mesa. Puertos, rutas, nombres. Cada línea es una vena, cada marca roja un coágulo. Dante se inclina sobre los papeles, tiene el ceño fruncido, las manos aún oliendo a humo del puerto que acabamos de incendiar.
—Giordano sangra. Ferretti se esconde detrás de sus discursos —dice.
Lo escucho en silencio. Su rabia es volcán, pero mi tarea es darle cauce. Lo que nos ha sucedido no puede volver a pasar. Pienso en Rossini, pienso en Mancini, se sientan en el Consejo como si fueran intocables. No lo son.
—Ahora irán por Mancini y Roselli —añado, con la voz firme.
Dante me mira, oscuro, evaluando. Siempre mide antes de soltar.
—¿Cuándo? —pregunta.
Toco el mapa con el dedo, justo sobre un almacén disfrazado de taller mecánico en la avenida Sur. Lo sé porque Valeria me lo contó, porque yo también escucho a las paredes.
—Cuando el sol caiga. Si golpeamos esta noche, sabrán que no hay respiro. Ellos quieren callarnos, verán lo alto que sabemos