Capítulo 50. El reflejo de la lealtad
Valeria
El espejo me devuelve un rostro que ya no reconozco. La mujer que me mira no es la que aprendió a seducir para sobrevivir. Esa mujer, la que está frente a mí ahora, tiene ojeras, cicatrices y un brillo oscuro en los ojos. El brillo del odio. Ese odio tiene nombre: Salvatore.
Todavía siento en la piel el filo invisible de su traición. Fue él quien me envió a la muerte. Lo juró con palabras suaves y después me lanzó al vacío como si no valiera nada. Nunca se lo perdonaré. Y algún día, le haré pagar.
Pero no hoy. Hoy tengo que maquinar. Hoy debo sobrevivir. Debo buscar la estrategia perfecta para seguir en el tablero y para llevar a cabo mi castigo. ¿Qué debería hacer?
El murmullo de voces llega desde el pasillo contiguo. Me acerco despacio, los tacones en la mano, y me escondo detrás de la puerta entreabierta. Reconozco las voces: Ferretti, Mancini y Roselli. Tres viejos lobos, tres nombres que siempre han olido a conspiración. Quizás es la oportunidad que tanto he esperado.
—Gi