Capítulo 11. En la mira
El despacho improvisado del muelle huele a sal, a caucho húmedo y a tinta de sellos. La mesa es una plancha de metal con patas soldadas. Sobre ella, cuatro monitores muestran el puerto desde ángulos que nadie sospecha. Aquí no hay alfombras ni mármol. Aquí mando sin necesidad de decorar el poder.
Enzo deja una carpeta sobre la mesa. No se sienta. El informe dice:
«Informe de medianoche. Dos cajas de Montenegro quedaron en tierra, Muelle 3. Marcadas como MNT-492, MNT-493. Aduana dice ‹falta de folio sanitario›».
Apoyo los dedos en el borde del monitor. La cámara 12 enfoca la rampa de carga. Personal con chalecos naranja, cascos blancos, lluvia fina sobre el asfalto. Dos cajas retráctiles, film negro, precintos provisionales.
—No es un error. Es un movimiento, —digo, pensativo.
—Pensé lo mismo. ¿Bloqueamos el muelle?
—Aguanta. Quiero verla.
Cambio al circuito del patio norte. Ahí está. Chaleco amarillo, casco blanco, tablet en la mano. Alessia camina con decisión, sin tropezar, midiendo