93. No estoy embarazada.

La antorcha danzaba nerviosa sobre la húmeda piedra de la cripta, iluminando con sombras inquietantes a Evelyn y su cómplice secreto. Un aire denso, cargado de humedad y el óxido de viejas conjuras, pesaba en el ambiente.

— ¿Viste el numerito? — siseó Evelyn con sorna, apoyada despreocupadamente en sacos de hierbas secas.

— El Alfa… convertido en presa en su propio dominio — respondió su acompañante con la voz tan pausada que sus palabras parecían arrastrarse por el suelo.

— Encerrado en la mazmorra de su propia fortaleza. ¡Quién lo iba a decir! — Evelyn rió, un sonido frío y agudo que repelió al eco en las paredes.

— Alfa y prisionero. Jamás vi tal humillación — El cómplice se acercó a la luz, golpeando suavemente un frasco lleno de polvo grisáceo — ¿Y el niño...?

— Ese crío de ojos de luna… tiene más poder del que creíamos. ¿Lo sentiste? Todos lo vieron. Y Damián… bueno, tu pócima hizo maravillas. Su odio lo consume de nuevo, su reinado se tambalea y cada vez queda menos gente leal
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