94. Temen que Damián vuelva a estallar.
La luna, alta y blanca, colgaba en el cielo iluminando el jardín interior, derramando su luz sobre los setos dormidos y las fuentes quietas. Isolde cruzó el umbral del salón con pasos lentos, envuelta aún en la túnica blanca. Solo cuando estuvo segura de que Rowan dormía profundamente, se permitió salir a buscar aire. O alivio. O algo parecido a paz.
Pero la noche no ofrecía consuelo.
El eco de los gritos, la violencia desatada, la mirada ensombrecida de Damián… todo se repetía en su mente con la precisión cruel de un castigo. Una y otra vez. No podía detenerlo. Ni entenderlo.
Fue entonces cuando lo sintió.
Alexander no llegó. Ya estaba ahí.
Quizá había llegado antes que ella. O quizá la oscuridad simplemente lo había guardado. Estaba de pie entre los rosales dormidos, apoyado contra el mármol helado de una columna, con el rostro bañado por la tenue luz lunar. No hizo ruido. No parecía moverse siquiera. Solo observaba.
— Isolde — su voz emergió suave, como un terciopelo oscuro — ¿No d