120. Ya estás… malditamente loco
— ¿Ya se durmió? — preguntó Damián, observando desde la puerta cómo su Luna dejaba a la pequeña en la cuna con cuidado de no despertarla.
Ahora todo era felicidad. Parecía que la maldición se había ido junto con Alexander, y no solo no tenían ningún enemigo, sino que eran una manada poderosa y fructífera.
Isolde asintió, sin decir nada más ni hacer ningún ruido hasta que cerró la puerta tras de sí. Damián no tardó en pasar un brazo por su espalda y atraerla contra su cuerpo en cuanto la tuvo cerca, ante la necesidad de sentir su calor, su olor, su energía mezclarse con la de él.
Había algo en él. En la forma en la que la atrapaba. No era sólo físico, sino también su aura, algo en su mirar que la encendía. Podía mirarla desde la otra punta de una enorme sala y ser capaz de meterse entre sus piernas, humedeciéndola, calentándola, haciéndola desear subirse el vestido y abrirse de piernas para él.
Damián pudo notar como se estremecía por un momento, abandonándose a su toque, a su forma d