Abrí los ojos mirando al techo, aún adormecida, y me giré instintivamente para buscar a William a mi lado. Mi sorpresa fue inmensa al notar que él me observaba fijamente, con una mezcla de ternura y curiosidad.
—¿Pasa algo? —pregunté, apenas logrando desperezarme.
—No, solo que... me gusta verte dormir —respondió con una sonrisa tranquila.
—¿En serio?
—Sí. Desde que estás aquí, no hay día en el que no te mire por la mañana. Es como un ritual que me llena de paz.
Su confesión me dejó sin palabras. No sabía cómo reaccionar, así que simplemente le regalé una sonrisa tímida.
—Por cierto, tu padre quiere que vayamos a su casa —añadió de repente—. Antes de que terminara la boda ayer, mencionó que tu hermana quería verte.
Las palabras de William trajeron a mi mente la conversación anterior.
—Está bien, si mi hermana quiere verme, vamos —respondí tras unos segundos de silencio.
—Perfecto. Arréglate mientras yo despierto a Shyla para que me ayude con el desayuno. Así podremos irnos temprano.
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