Capítulo 12. El extraño del pasado
El murmullo de la ciudad era un ruido constante que se filtraba por los ventanales del penthouse. Buenos Aires tenía ese encanto caótico que a veces parecía una canción triste: bocinas lejanas, el canto de un vendedor ambulante, el paso de colectivos que hacían temblar el suelo como si anunciaran algo inminente. Rebecca observaba todo desde el sofá, con una taza de café tibio entre las manos. La ciudad parecía tan viva allá afuera, y ella, tan enredada por dentro.
—¿Estás bien? —La voz grave de Edgardo rompió el silencio.
Ella asintió sin mirarlo, sabía que él podía leerla mejor que nadie, y en ese momento no quería ser leída. Había estado sintiéndose extraña desde aquella llamada anónima que recibió la noche anterior. No había contestado, pero el número era imposible no reconocerlo.
Era de él.
Él.
Aquel que pertenecía a un pasado que había enterrado, o intentado enterrar.
Edgardo, vestido con su impecable traje oscuro y con ese aire de poder que lo envolvía incluso en pijama, se sent