Capítulo 5. El límite entre el odio y el deseo
Rebecca despertó más tarde de lo habitual. La habitación estaba envuelta en un silencio extraño, cargado, como si el aire mismo se negara a moverse. Sentía el cuerpo pesado, como si hubiera dormido demasiado o demasiado mal. La noche anterior había sido una tortura: encerrada en esa habitación, sola, con las palabras de Edgardo repitiéndose en su cabeza una y otra vez.“No puedes escapar de lo que estás empezando a sentir”Y lo peor era que había una parte de ella que sabía que era cierto, no por imposición ni por obligación. Sino porque, lentamente,y sin quererlo, su voluntad empezaba a ceder. Odiaba a Edgardo, lo odiaba por controlarla, manipularla, encerrarla. Pero también lo deseaba, y esa confesión interna le quemaba más que cualquier castigo físico.Se levantó, se duchó rápido y bajó las escaleras con la idea de enfrentarlo. No iba a seguir permitiendo que jugara con ella, con su mente, con su cuerpo. Estaba decidida a ponerle un límite.Lo encontró en el salón principal, de es
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