Capítulo 40. Sombras en la estrategia
La mañana había dado paso a una tarde en la que el cielo de Buenos Aires se cubría de nubes bajas y pesadas. En una de las oficinas privadas del casino central, Edgardo revisaba papeles en compañía de Gabriel, su hermano, mientras la tensión no dicha flotaba entre ambos. Rebecca estaba en la mansión, pero su nombre no tardaría en colarse en la conversación.
—¿Estás seguro de que Elias no representa un riesgo más allá del comercial? —preguntó Gabriel, con la voz baja, pero cargada de intención.
Edgardo no contestó de manera inmediata. Se pasó una mano por el cabello, sin despegar la mirada de los documentos, aunque era evidente que no los estaba leyendo.
—Es una serpiente elegante —dijo finalmente—. Pero aún no ha mostrado los colmillos, mientras juegue bajo mis reglas, no será problema.
—¿Y Teresa? —añadió Gabriel—. Sabemos que estuvo cerca de él. Demasiado cerca.
Edgardo lo miró con un destello frío en los ojos.
—Ella no representa nada, Rebecca es la única que importa ah