Capítulo 25
La tarde había dejado una estela dorada cuando el auto de Leone se detuvo frente al hogar de Irina. La suave música que había acompañado el camino de regreso había quedado atrás, y un silencio cómodo, casi íntimo, se había instalado entre ellos. Gail, exhausto por el día lleno de juegos y emociones, dormía profundamente en el asiento trasero, con los carritos aún aferrados a sus manos pequeñas. Su respiración pausada y serena contrastaba con la sutil tensión que se había formado entre los adultos en la parte delantera.
Irina giró lentamente el rostro hacia Leone, justo cuando él ya había aparcado y salía del vehículo para rodearlo y abrirle la puerta como todo un caballero. Ella bajó con lentitud, sin hacer ruido para no despertar al niño, y se encontró con la mirada tranquila —aunque algo más oscura de lo habitual— de su jefe. Ella y él no habían empezado de la mejor manera, pero por alguna razón eso ya no le importaba.
— Gracias por llevarnos, al final terminamos pasándo