Había tantos pensamientos rondando mi cabeza que me costaba enfocarme. Me sentía culpable por no poder encontrar una solución clara al problema de Rocío… y, por extensión, al mío.
—Está bien, confiamos en usted —dijo ella, mirando al doctor con seriedad antes de soltar un suspiro largo—. Al final, usted sabe lo que hace.
—Claro —respondió Zayd, sin rodeos—. Los mantendré informados.
Lo vimos alejarse tras Kany. Yo lo seguí con la mirada un momento, en silencio, mientras desaparecía por el pasillo. No dije nada. Solo me quedé ahí, firme, al lado de Rocío. Era lo único que podía hacer ahora: estar.
—Espero que Kany pueda salir de esto —dijo ella, bajando la voz—. En serio… no me lo perdonaría si le pasa algo.
Me giré hacia ella.
—Ten calma —le respondí, buscando que mis palabras fueran más que consuelo automático—. Ese hombre se nota preparado. Lo viste tú misma. Está haciendo todo lo posible. Solo tenemos que… tener paciencia.
Rocío asintió despacio. No con convicción, pero al menos no