93: Cargar con su dolor

La miré unos segundos. No supe qué más decirle. No había discurso que la sacase de ese lugar donde se había metido.

—Vamos a cuidarte —añadí, bajando la voz—. Todo lo que necesitas. Pero necesito que luches. Aunque sea un poco. No te vayas así.

El doctor Zayd no interrumpió. Solo anotaba en su carpeta. Profesional. Imperturbable.

Cuando se fue, quedamos Rocío y yo en la habitación, en silencio. Ella me tocó el brazo con delicadeza. No dijo nada. Y no hizo falta.

Yo seguía de pie, con la mano de la nana entre las mías. Como si pudiera convencerla solo con eso.

—Ella va a salir de esto, quiero que tengas la certeza de lo que va a pasar. Ahora solo resta esperar para que tu nana pueda abrir los ojos.

—Eso espero, porque no quiero que a ella le suceda algo malo. En serio que no deseo un mal para mi nana, a pesar de que en algunas ocasiones se suele exceder, es una buena mujer.

Luego de esa conversación tan corta, me quedé un buen rato sentado al borde de la cama, con la mano de la nana en
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