Marcos
La razón por la que había solicitado un traslado de Universidad y carrera era principalmente porque no me sentía feliz estudiando medicina fuera de mi ciudad natal. A diario despertaba con una angustia tremenda, y las videollamadas con mi madre no eran suficientes para seguir lejos durante seis o siete años más.
Ahora que me encontraba en reposo, mamá había decidido que debía quedarme con ellos mientras me recuperaba, y no quise oponerme a su decisión, porque si fuera por mí, jamás volvería a irme de esta ciudad.
Me quedaban aproximadamente tres meses para recibir una respuesta por parte de la institución, y creía que el accidente sería la excusa perfecta para mantenerme aquí mientras la esperaba. Necesitaba que la respuesta fuera positiva, porque de ser así al menos mi primer año resultaría gratuito.
Sabía que mi padre no pondría un solo peso si le confesaba que quería estudiar Pedagogía en Música, por lo que necesitaba ese año gratis para reunir dinero y costear los que vinieran después.
El dolor que sentía al moverme era horrible, y por primera vez en mi vida me dolía incluso respirar, pero no me quejaba porque era consciente de que todo podría haber resultado ser mucho peor.
Tomé a Adela entre mis manos y comencé a deslizar suavemente mis dedos sobre las cuerdas. Siempre había dicho que la música era mi mejor método de expresión, así que dejé que los acordes que me venían a la mente fluyeran bajo mis dedos.
Dejé de pensar y no me di cuenta del momento en que ya había empezado a cantar en voz alta.
Nadie te enseña a ser fuerte, pero te obligan
Nunca nadie quiso un débil para confiar
Nadie te enseña los pasos en un mundo que
Te obliga cada día a poder levantarte y caminar
Donde fuiste tan feliz siempre regresarás
Aunque confundas dolor con la felicidad
Y ya no seas ni tú mismo pero pienses en ti mismo
Y eso matará
Y ojalá nunca te abracen por última vez
Hay tantos con quien estar pero no quien ser
Tan solo somos caminos que suelen torcer
Miles de complejos sueltos que debemos de vencer
Abro los ojos, que había cerrado por instinto y dejo mis dedos suspendidos en el aire. La puerta de mi habitación se abre y mamá entra a la habitación con una bandeja en sus manos.
—Te traje el almuerzo, hijo —sonreí hacia ella y dejé a Adela sobre la cama.
Me acomodé en la cama y mi madre puso la bandeja sobre mis piernas.
—Gracias, mami.
Ella asintió con la cabeza y se sentó a los pies de mi cama.
Mi madre solía ser una persona tranquila, amable y con la que me gustaba compartir el tiempo. Su semblante pacífico lograba tranquilizarme, incluso en mi peores momentos.
—¿Ya avisaste en la Universidad que te quedarás aquí un tiempo? —preguntó con preocupación.
Asentí con la cabeza y tomé el vaso de agua que había en la bandeja para llevarlo directo a mis labios. No sabía cómo decirle a mi madre lo que planeaba, porque también era consciente de que ella no era capaz de guardarle secretos a mi padre. No quería ponerla entre la espada y la pared.
—Me dijeron que me tomara todo el tiempo que quisiera.
—Me alegro, hijo —me dedicó una sonrisa dulce, muy maternal. Le sonreí de vuelta en silencio.
Ella se acercó a mí y ordenó los mechones sueltos de mi cabello.
—Creo que necesito cortarme el pelo.
—No, te ves guapo —me guiñó un ojo—. ¿Aún no tienes novia?
Sonreí de medio lado.
—Aún no ha llegado la afortunada —negué con la cabeza y me encogí de hombros.
—Ojalá llegue pronto —me animó.
Minutos después mamá salió de mi habitación y me quedé un momento pensando en cómo cambiarían las cosas cuando llegara la carta que tanto esperaba.
Observé de reojo a mi fiel compañera y sonreí.
—Saldremos de ésta, Adela.
(…)
Estar sin clases era aburrido, muy aburrido. Aunque la medicina no era algo que me gustara, por lo menos me entretenía en las clases con mis compañeros y tenía algo que hacer a diario.
Tenía una rutina: me levantaba temprano, iba a la Universidad y luego me tomaba un par de horas para ir a cantar a una plaza cercana. La gente que pasaba por ahí solía dejarme dinero sobre la funda de Adela, pero yo no lo hacía por el dinero, sino porque me gustaba estar en ese lugar. Incluso había un par de fans adolescentes que iban a oírme cantar después de que salían del colegio.
Y lo disfrutaba, pues me decía a mí mismo que lograba hacer que las personas conectaran con mi música.
Caminé de un lado a otro por la habitación de Aaron y él me observó en silencio, sin decir nada.
Un punto a favor del accidente era que podía estar con mi mejor amigo, ya que él también tenía que guardar reposo.
—¿Cuánto tiempo te dieron de licencia? —pregunté.
—Una semana, ¿y a ti?
Asentí con la cabeza y me senté a los pies de la cama de mi amigo. Lo observé en silencio, porque quería contarle sobre mis planes para la Universidad, pero al mismo tiempo quería seguir manteniendo el secreto, por si todo salía mal.
—Dos semanas… —susurré.
Aaron alzó una ceja en mi dirección y me hizo una seña con su mano, como diciendo “Cuéntamelo todo, hijo”
—¿Qué pasa? —preguntó, finalmente, con curiosidad.
Respiré profundo y pasé la lengua por el borde de mi labio inferior.
—Solicité un traslado de Universidad. Quiero volver a vivir aquí —murmuré con detenimiento. Mi amigo me observó con asombro y frunció las cejas.
—Aquí no está la carrera de medicina —señaló confundido.
—Lo sé, pero no voy a seguir estudiando medicina.
Aaron alzó ambas cejas y luego sonrió.
Sabía lo que quería decir, después de todo por algo era mi mejor amigo.
—¿Tu padre lo sabe?
—No, y se lo diré cuando tenga una respuesta —sonreí—. Averigüé bien y si me dicen que sí, mi primer año aquí sería gratis.
—Entonces puedes trabajar mientras estudias… —concluyó—. ¿No has pensado en postular a una beca de pago completo?
—La verdad no estoy seguro de eso —dudé. Aaron negó con la cabeza y me señaló con su dedo índice.
—Para Pedagogía en Música toman una prueba escrita y una audición. Podrías ir con Adela —dijo muy convencido—. No estoy mal de los oídos y tú tienes mucho talento, podrías tener un poco más de fe en ti mismo.
—Pero hay muchas personas que solicitan becas, hombre —murmuré.
Aaron tenía razón, yo no confiaba mucho en mí, porque sabía que había personas con mucho más talento que yo.
—No pierdes nada con intentarlo. Averigua cuándo toman esas audiciones y anda.
Me encogí de hombros y desvié la mirada.
—Lo pensaré.
—Tienes tiempo para prepararte, Marcos.
Lo observé con una sonrisa y asentí.
Debería empezar a ser más optimista, eso era seguro. No perdía nada con intentarlo, y si lograba la beca me ahorraría mucho dinero para poder estudiar.
—Cuando termine mi licencia volveré a la Universidad —le comenté—. Tengo que ir a buscar las cosas que dejé allá.
Aaron asintió con la cabeza y se acomodó en su cama.
—¿No crees que será sospechoso para tu padre? —cuestionó con una sonrisa traviesa.
—Sí, por eso me inventaré un trauma post accidente —solté una risa—. Sé que con eso no se juega, pero le diré a mamá que quiero tomar una terapia psicológica y estoy seguro que me pedirá que no me vaya.
Aaron rió y negó con la cabeza.
—Eres terrible, Marcos.
—No tomaré de verdad la terapia, de hecho conseguiré un trabajo en el tiempo que dure sin tener respuesta de la Universidad —Aaron asintió con la cabeza—. Se supone que quedan tres meses y mamá no tiene por qué saber que no asisto a las terapias.
—Vale… —dudó un poco y luego formó una mueca con los labios—. No es por ser pesimista ¿Si la respuesta es negativa, qué piensas hacer?
—Trabajaré estos tres meses que quedan, para tener un respaldo si me dicen que no —dije con dudas—. La verdad no he pensado mucho en esa opción, pero creo que cuando llegue el momento veré qué hacer.
Aaron no dijo nada más sobre el tema. Sabía que prefería no seguir indagando para no ponerme ansioso.
—Samuel me dijo que le agradas mucho —soltó con una risa divertida. Sonreí.
Aaron se había rehusado a darme cualquier información respecto a Samanta; decía que no quería intervenir en nada por respeto a Robert, el chico con el que ella tenía una especie de relación. Mi salvación había sido Samuel, el compañero de Aaron que vino a verlo ayer, justo cuando yo estaba aquí. Al escuchar el nombre de la bella rubia, no pude evitar bombardearlo de preguntas sobre ella.
Samuel me contó que lo que Robert tenía con Samanta no era nada serio, que salían desde hacía unos meses, pero que él no les veía mucho futuro. El chico me cayó bastante bien, porque decía lo que pensaba y era muy sincero al hablar.
—¿Crees que si le envío un mensaje por I*******m…?
—Marcos, no me pongas en esta situación, por favor —me cortó con una sonrisa en el rostro.
—Imbécil, te detesto —le gruñí. Aaron ignoró mis palabras.
—Mira, quizá te siga de vuelta… —susurró en voz baja.
Reí en voz alta, aunque de manera controlada. Mis costillas seguían delicadas y cada vez que me reía con fuerza, dolían.
—Gracias, amorcito.
Le guiñé un ojo a mi amigo y tomé mi teléfono para ponerme manos a la obra.
Busqué su perfil de I*******m y presioné el botón seguir. De verdad esperaba que Aaron tuviera razón y me siguiera de vuelta, porque me había encaprichado con Samanta. Podría jurar que nunca antes había visto a una chica tan bella como ella.
(...)
Llegué a casa y revisé mi teléfono. Abrí mi cuenta en I*******m, pero Samanta no daba señales de querer seguirme de vuelta.
Sin pensarlo demasiado, le envié un mensaje: un simple “Hola, hermosa”.
Con decisión dejé el teléfono a un lado y encendí mi computador. Entré a la página web de la Universidad de la ciudad, me dirigí al ítem “becas y créditos”, seleccioné la carrera a la que deseaba entrar y comencé a leer cuidadosamente la información.
Las becas que se ofrecen para los jóvenes que desean ingresar a la carrera de Pedagogía en Artes musicales son las siguientes:
1.- Beca de copago 0
2.- Beca de ponderación académica
3.- Beca de excelencia académica
4.- Beca “Universidad PTF”
Para acceder a cualquiera de las becas que ofrece nuestra institución, se debe rellenar el formulario que se presenta a continuación y esperar una respuesta que llegará al correo que usted ingrese.
Se recuerda a los postulantes que el correo debe estar vigente para asegurar una comunicación factible con usted.
Los detalles para hacer valer cualquiera de nuestros beneficios serán adjuntados en el correo electrónico que llegará a usted dentro de 24 horas.
Terminé de leer la información y pinché en cada una de las becas para saber en qué consistían cuáles eran sus beneficios. Seleccioné el formulario indicado y rellené todos los puntos que solicitaban.
Básicamente pedían tener conocimiento en más de dos instrumentos y disponer de ellos.
Me inquieté, porque solo contaba con Adela, aunque también sabía tocar piano y violín.
Envié el formulario admitiendo que poseía los instrumentos en los que me manejaba. Tendría que encontrar un trabajo lo antes posible para poder comprar un piano. Aproveché el impulso y rebusqué entre los avisos de trabajo disponibles en internet.
Me sentía un poco nervioso por todo lo que venía por delante, pero, al mismo tiempo, comenzaba a recuperar las esperanzas.
Ahora solo me quedaba esperar veinticuatro horas para saber si estaba apto para acceder a alguna de las becas, pero en el fondo tenía la certeza de que, si me lo proponía, podría lograrlo.
Siempre había creído que no existían cosas imposibles, solo personas que no lo intentaban lo suficiente.