Capítulo 29

Marcos

No podía dejar de pensar en la maldita beca. Cada día que pasaba sin recibir noticias era como una espina más clavada en mi espalda. Había puesto tantas ilusiones en esa oportunidad, que la incertidumbre comenzaba a carcomerme por dentro.

Sentado frente a mi computadora, abrí la página del banco casi por costumbre, sin esperar encontrar nada nuevo. Pero al ver los números en pantalla, parpadeé varias veces, convencido de que mis ojos me estaban jugando una mala pasada.

Gloria ya me había depositado mi primer sueldo.

Tragué saliva, repasando la cifra una y otra vez, porque era mucho más de lo que había imaginado. Ni en mis mejores cálculos se me había pasado por la cabeza que mi esfuerzo pudiera valer tanto para alguien más.

Una risa incrédula escapó de mis labios. Por primera vez en semanas, la preocupación se hizo a un lado para dejarme sentir alivio. Ese dinero no solo significaba estabilidad económica, sino un seguro frente a la posibilidad de no obtener la beca para estudia
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