Marcos
Observé como todos los niños intentaban seguir los acordes de la nueva canción que estábamos aprendiendo y sonreí al sentirme satisfecho con el esfuerzo que estaban poniendo en la tarea.
—Profesor, no entiendo…
Miré a Ismael, el nuevo integrante del pequeño grupo y me acerqué para ayudarlo.
—¿Qué no entiendes, Ismael? —pregunté con calma. El pequeño bufó e intentó hacer un “fa” con sus dedos sobre las cuerdas, pero noté que se le dificultaba la motricidad en la mano, pues tenía los dedos muy tensos.
—No me sale —replicó. Pude ver cómo él se fijaba de reojo en los otros niños del taller, los cuales avanzaban a grandes pasos.
Asentí con la cabeza y le hice un gesto con la mano para que se detenga.
—Esta es tu segunda clase, es normal que te cueste un poco más que a los demás —dije con voz suave, intentando tranquilizarlo. Me agaché frente a él y acomodé con cuidado su mano sobre el mástil de la guitarra—. Mira, no tienes que apretar tanto las cuerdas. Solo lo justo para que