Samanta
—No lo soporto, Sami.
Sonreí con tristeza a la pantalla de mi celular y pude ver cómo Samuel me observaba con una mueca en los labios.
Me encontraba estacionada fuera de la academia de la señora Gloria, y como había llegado varios minutos antes, decidí llamar a Samuel para conversar sobre lo que había ocurrido horas antes en aquella cafetería.
—Pero es nuestro amigo, dulcecito —susurré, intentando apelar a los sentimientos que podían estar albergados aún en el corazón de mi amigo—. Está solo, tenemos que apoyarlo.
—Dejó de ser mi amigo aquel día cuando hizo aquella escena de celos y te golpeó —puntualizó él.
Aunque solo lo estaba viendo a través de una videollamada, podía sentir su disgusto con la situación y no quería presionarlo más, solo hacerlo entrar en razón.
—Solo tuvo un mal momento, él no es así —negué con la cabeza—. Y si yo lo perdoné, tú también deberías intentarlo.
—Es que no puedo entender cómo volviste con él… —Samuel bufó.
—No volví con él —suspiré—. Le