Capítulo 30

Samanta

Lo mejor de que me hubieran suspendido las clases en la Universidad era que podía dedicarle tiempo extra a mi vida personal, como, por ejemplo, visitar a mi abuela. Ella era una de mis personas favoritas en el mundo; bastaba compartir un momento juntas para sentir que me reiniciaba, que volvía a estar completa.

—Ahora sí te tengo atrapada —dijo de pronto, con una chispa traviesa en los ojos—. Cuéntame quién es ese chico que te tiene suspirando.

Sonreí divertida al ver la postura que había tomado, tan segura de su intuición, como si supiera más de lo que yo misma estaba dispuesta a reconocer.

—Es una larga historia, supongo —respondí, bajando la mirada mientras tomaba la taza de té recién servido.

El aroma dulce y frutal me envolvió al darle un sorbo. Mi abuela era fanática de las infusiones y, cada vez que venía a verla, me recibía con una mezcla diferente. Todas lograban cautivar mis sentidos y darme esa paz que tanto necesitaba.

Era como una especie de ritual, donde ella me
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