capítulo 53. La verdad de Elena
El haz rojo de las luces de emergencia iluminaba la escena: Nikolai Petrov inconsciente en el suelo, el cuchillo táctico humeante en la mano extendida de Liana, y la figura imponente pero maltrecha de Lucifer D’Angelo, observándola desde el pasillo.
El tiempo se detuvo.
Liana sostuvo el cuchillo en la palma, ofreciendo el mango a Lucifer. No era una orden, sino la prueba más cruel de su lealtad recién confesada. El castigo final por la traición.
—Me lo demostrarás ahora, Lucifer —dijo Liana, su voz baja y firme, rebotando en los muros de cemento—. ¿Matarás al enemigo que arruinó tu imperio y arriesgó mi vida, o me dejarás demostrar que soy digna de la corona?
Lucifer miró el cuchillo, su mirada oscura y cargada de una historia de violencia. Para el Don D’Angelo, la ejecución era un derecho, un deber. Era la única manera de cerrar el círculo de la humillación. Pero si lo hacía, le arrebataría a Liana el acto final de su coronación, confirmando que su sed de control era más fuer