Valeria llevaba algunos días más en el hospital. La ansiedad le crecía, y cada día que pasaba, su deseo de salir de esa habitación se intensificaba. Ya no había visto a Alexander, y a pesar de la promesa de que él la cuidaría, la ausencia la hacía sentir desamparada. Solo quería ir a casa. Pero no sabía cuándo le darían el alta.
Finalmente, una mañana, cuando el doctor Jones entró en la habitación para su ronda, Valeria no pudo contenerse.
—Doctor, ¿cuándo me darán el alta? —preguntó, su voz llena de un anhelo que no podía disimular—. No recuerdo nada, pero… siento que necesito irme a casa.
El doctor Jones, le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
—Valeria, entiendo tu ansiedad por irte. Pero tu recuperación todavía es delicada. No podemos darte el alta todavía.
Valeria frunció el ceño.
—Pero, ¿por qué? ¿No estoy mejorando?
—Tu progreso es excelente, no me malinterpretes. Pero lo que te ocurrió fue un trauma severo, no solo físico, sino también para tu cerebro. Tu memoria está afectada,