Alexander estaba a un lado de la cama de Valeria, tomando su mano con suavidad. Él la observaba, sus facciones serenas, el pulso que sentía bajo sus dedos… era un recordatorio constante de lo cerca que había estado de perderla.
De pronto, un suave movimiento lo sacó de sus pensamientos. Ella se removió en la cama, un gemido apenas audible escapó de sus labios. La mano de Alexander se apretó instintivamente, su corazón latiendo con fuerza. Los párpados de Valeria se agitaron, y después de unos segundos que parecieron una eternidad, sus ojos se abrieron.
Esos ojos verdes volvían a toparse con su tormenta, pero la mirada en ellos era vacía, confusa. La vio parpadear varias veces, intentando que sus ojos se acostumbraran a la luz tenue de la habitación. Luego, su mirada se posó en él. Alexander contuvo la respiración, un nudo en la garganta.
Su cuerpo se llenó de una euforia salvaje al ver que estaba despierta, pero al mismo tiempo, el pánico lo asaltó. Recordó las palabras del doctor: "