Esa tarde, la puerta de la oficina de Alexander se abrió sin previo aviso. En el umbral, se encontraba Alexis Blanco, el director de arte de la compañía. Alto, con el cabello largo atado en una coleta y un porte elegante, Alexis era por ser muy eficiente. Alexander, que estaba perdido en sus pensamientos, apenas levantó la vista.
—Alexander, lo siento por entrar así. No logré comunicarme contigo antes —explicó, con voz tranquila.
—Pasa, Alexis —respondió Alexander, su tono era un tanto vacío—. No tengo cabeza para esto ahora, pero supongo que si has venido, es importante.
—Lo es. Y por eso he insistido. Con la situación actual de la compañía, no podemos darnos el lujo de ignorar a la competencia —admitió, tomando asiento—. No sé si has visto los diseños de la campaña de marketing que está lanzando la compañía de los Ivanov. Son un golpe directo a nuestra imagen. Están apostando por un estilo más moderno, minimalista... algo que nosotros deberíamos haber hecho hace meses.
Alexander sus