Alexander entró en la habitación. Ya no era esa fría y caótica sala de cuidados intensivos, sino un espacio más tranquilo, con luz tenue y menos aparatos.
A pesar de la paz que se sentía, el corazón de Alexander latía con fuerza. Valeria yacía en la cama, y aunque parecía dormir, esta vez él sabía que en cualquier momento abriría los ojos.
Se acercó sigiloso, casi con inseguridad, como si temiera romper el frágil silencio. Se detuvo a su lado, la observó por unos segundos, y el aire que llenó sus pulmones salió en un suspiro hondo, cargado de toda la angustia y la anticipación que había acumulado durante días.
La examinó y se encontró mirando otra vez su rostro.
***
La sala del tribunal era un lugar de mármol frío y madera oscura, un contraste sombrío con el salón de bodas donde había comenzado todo.
Los bancos estaban llenos de periodistas, fotógrafos y curiosos que no querían perderse ni un solo detalle del juicio que había acaparado la atención de todo el país.
En el centro de