Alexander se movía por su piso. Con el teléfono en la mano, hizo una serie de llamadas a sus abogados y a un par de contactos influyentes, dando órdenes claras y precisas. No había tiempo para sentimentalismos. Si los Beaumont habían revelado su secreto familiar, era para que él actuara. Y él lo haría.
—Necesito que preparen los documentos de matrimonio de inmediato —emitió con voz autoritaria a su abogado principal—. Que todo se maneje con la máxima discreción. Requiero que los documentos estén firmados y sellados lo antes posible.
La boda se llevaría a cabo de forma privada, sin la presencia de invitados ni una ceremonia pomposa. Los abogados se encargaron de todos los trámites legales, y en cuestión de días, todo estaba hecho. Los papeles, ahora en manos de Alexander, declaraban la unión oficial de él y Valeria.
Una vez que la llamada terminó, Alexander se quedó mirando los documentos, habían muchas extrañas emociones recorriendo su cuerpo.
Esa misma tarde, Alexander volvió a marc