Después de comer lo que Doris le había traído, y a pesar de saber que Alexander se había molestado con ella por hurgar en su oficina, Valeria sintió una necesidad imperiosa de hacerlo de nuevo. La curiosidad sobre Isabella Beaumont era una llama que no podía apagar.
Se dirigió al despacho en un silencio profundo, asegurándose de que Doris no se percatara de su incursión. Entró; la puerta ni siquiera tenía seguro, pero aun así, sentía la adrenalina recorriendo su cuerpo, temiendo ser atrapada. Sin embargo, por la hora, Alexander aún no llegaría.
Estuvo en el lugar, mirando a todos lados. El sobre que, obviamente, anteriormente estaba sobre el escritorio, ya no se encontraba. Claramente, Alexander lo había guardado ese mismo día. Pensó en buscar algo más allí, pero no sabía por dónde empezar. Había tantas cosas, tantos cajones, pero al mismo tiempo sabía que no encontraría respuestas tan rápido.
Estuvo tanteando, hurgando entre algunos cajones. Halló más papeles y documentos importantes