VANESSA GARDNER
Mientras me ponía uno de los tantos vestidos que Noah había comprado para la ocasión, mi mente se había quedado en esa foto. Apreté los labios y me vi al espejo. No me gustaba lo que veía, no era que no me viera bien, pero me sentía… vulnerable.
Sacudí la cabeza y me senté en el borde de la cama. Saqué la pequeña mochila que me había dado oportunidad Noah de sacar de mi departamento. Tenía mis libros y apuntes, pero también algo más, una hoja gastada por el tiempo, con los pliegues comenzando a romperse por cada vez que la desdoblaba y la volvía a doblar.
«Mi pequeña Vanessa:
Si estás recibiendo está carta significa que por fin cumpliste 18 años y no estoy para verlo. Lamento que el dinero que te dejé no fuera suficiente para pagar toda tu matrícula universitaria. En verdad, lo digo de corazón, me hubiera encantado ayudarte tanto como tu padre me ayudó a mí.
Espero que hayas transformado tus miedos en fortalezas. Que tus lágrimas hayan cesado y se hayan convertido e