VANESSA GARDNER
A veces es necesario ver el mundo desde otra perspectiva, como de cabeza, para que las ideas caigan.
Paulina me había mentido… ¿o me había mentido Noah? ¡Nah! Noah me había dicho la verdad. Todo estaba en el comportamiento. Paulina hablaba con ese aire de mártir barata, mientras que el dolor en Noah se reflejaba en sus ojos. No había tristeza, más bien odio, rencor, algo más visceral, más real.
Las fechas no coincidían. Paulina juraba que se había divorciado de Viggo cuando Noah tenía tres años, mientras que Noah decía que solo habían sido escasos cuatro años atrás. Aunque mi brújula apuntaba hacia él, solo había una forma de saber quién mentía, consiguiendo el acta de divorcio.
—¿Qué carajos estás haciendo? —preguntó Noah en cuanto abrió la puerta de mi habitación y me encontró de cabeza, apoyada en la pared—. ¿Por qué eres tan rara?
—¿Por qué tendría que ser tan normal? —respondí con una sonrisa antes de bajar los pies al piso. Al alzar la cabeza todo me dio vuelt