TANYA RHODES
Aguardé en la sala de espera, sujetando mi maleta, viendo en todas direcciones mientras Viggo regresaba con bocadillos. Decía que no quería que subiéramos al avión con el estómago vacío. Además, se estaba asegurando de que su motocicleta fuera tratada con cuidado, decía que al haberme tomado sobre ella ahora era especial.
Pensar en eso solo me sonrojó.
Entonces una imagen en el televisor me puso alerta. Era el hospital en el que habían operado a Viggo. Estaba en llamas y las fotos de la doctora Steward y el doctor Anderson aparecían en recuadros a un costado mientras la presentadora hablaba del sospechoso incendio que estaba devorando el edificio.
Fue tanta mi impresión que me levanté de mi asiento con el corazón acelerado y la garganta seca. Entonces un vaso con café caliente se posó frente a mí.
—¿Estás bien? —preguntó Viggo con preocupación, como respuesta señalé con la mirada el noticiero mientras tomaba el vaso. No hubo ningún gesto de desconcierto o sorpresa. Al p