TANYA RHODES
—Por favor —dijo Viggo sin levantar la mirada hacia mí, señalando el asiento a mi lado—. Creo que tenemos que hablar si es que aún quieres el trabajo.
De inmediato seguí su indicación y me senté a su lado, poniendo toda mi atención en él. ¿Sabía lo que había pasado la noche anterior?
—Haré lo que sea… No tengo experiencia, pero me esforzaré por aprender —supliqué inclinándome hacia él hasta que me di cuenta de que estaba rebasando esa delicada línea donde comenzaba a ser su espacio personal, pero es que su loción amaderada y al mismo tiempo fresca y varonil era atrayente.
—Señorita Rhodes… —intervino Noah llamando mi atención. Sus ojos azules eran profundos y maliciosos, me atravesaban el alma, mientras que su sonrisa afilada era cada vez más insoportable—. ¿Puedo llamarla Tanya?
—¿Cómo sabes mi nombre? No recuerdo haberme presentado… —susurré sin poder ocultar lo intimidada que me sentía. Entonces Noah sacó de debajo de la mesa mi cartera vieja, descocida y con las ori