TANYA RHODES
—¡Iré de inmediato! —exclamé lista para terminar la llamada mientras mi corazón acelerado rebotaba dentro de mi pecho. Tenía miedo y no sabía muy bien que haría, pero sabía que tenía que hacer algo.
—¡Señorita! —intervino el hombre del otro lado de la línea, haciendo que me quedara pegada al teléfono—. No solo llamo para que venga a ver a su madre. Aunque es un caso peligroso, el personal médico está capacitado para controlar la situación. El problema aquí es, y perdóneme si soy muy directo, pero no tiene seguro médico ni dinero para pagar los servicios.
Me quedé en silencio, sintiendo que el peso de sus palabras comenzaba a aplastarme. No me sorprendía. Mi mamá cuando estuvo con mi padre tuvo todo: seguro médico entre otras prestaciones que él obtenía por su trabajo, pero Fabián, ese zángano, ese pobre diablo que se creía superior, pero no podía mantener un trabajo por más de un mes, no tenía nada qué ofrecerle.
¿En qué momento mi madre pensó que era una gran oportunida