25. DESPUÉS DEL RUIDO
[SOFÍA]
La suite del hotel huele a champagne seco y a adrenalina que no termina de irse. Francesco deja caer la chaqueta del equipo sobre una silla sin mirar dónde cae. Todavía lleva la pulsera del paddock en la muñeca, y puedo sentir cómo le retumban en el pecho los gritos, los flashes, las felicitaciones.
Pero lo único que quiere ahora es silencio. Y yo, Estoy de pie junto a la ventana, mirando hacia la ciudad. Sin los lentes oscuros, sin la máscara profesional. Solo yo. Camiseta gris, el pelo suelto, la tablet en la mano, aunque la pantalla lleva rato apagada.
—Pensé que te ibas a quedar en la fiesta del equipo —digo sin girarme.
—Estuve. Cinco minutos. Lo suficiente para que todos me vieran brindar. Lo suficiente para irme sin levantar sospechas.
Asiento apenas, sin moverme.
Él camina hasta el minibar, toma una botella de agua y me la ofrece. La acepto con un gesto silencioso.
—¿Y tú? —pregunta.
—No tenía ganas de sonreírle a gente que solo me mira cuando tú ganas.
Silencio. Cómod