154. FESTEJO
[SOFÍA]
Cuando entramos al hotel, una de las coordinadoras ya está esperando con la niñera asignada por la escudería para este viaje.
—Puedo llevarme a Tiziano a la habitación contigua —dice ella con voz suave—. Así ustedes pueden descansar.
Francesco me mira. No hace falta hablar: los dos sabemos que “descansar” no es exactamente el plan, pero agradecemos la discreción.
—Grazie —susurra él.
La niñera toma a Tiziano con ternura y se dirige al cuarto asignado justo al lado del nuestro. La puerta se cierra. Y allí, en ese pasillo, justo antes de quedarnos completamente solos, siento la primera descarga eléctrica.
El ascensor llega.
Entramos.
Y entonces sí… el mundo cambia.
[…]
El ascensor sube lento, como si conociera cada una de nuestras intenciones.
Francesco no ha soltado mi mano desde el circuito. Sus dedos están entrelazados con los míos, firmes, cálidos, posesivos de una forma que me derrite por dentro.
Cuando las puertas se cierran y quedamos solos, lo siento. Su mirada. Su respi